"Cuando hicimos nuestra cruzada olímpica, fue un verdadero drama. Una decisión importante se tomó en la Asociación Uruguaya de Fútbol al retirar a Peñarol, que ya era uno de los más grandes clubes de la capital, y quedarse solamente con jugadores de Nacional y de algunos otros clubes. Por suerte José Nassazi, el capitán de nuestro equipo, eligió jugar ese torneo. Con nuestro sistema conquistamos los Olímpicos de 1924, nuevamente los de 1928, se reitera el éxito en la Copa del Mundo de 1930, y más tarde en la de 1950. Pero déjeme decirle que nosotros fundamos la escuela, la escuela del fútbol uruguayo, sin entrenadores, sin preparación física, sin medicina deportiva, sin kinesiólogos... Sólo nosotros, solos en los campos de Uruguay, jugando de la mañana a la tarde y en la noche iluminados por la luz de la luna. Jugamos así durante 20 años para aprender a hacernos jugadores, para convertirnos en los jugadores que teníamos que ser: maestros absolutos de la pelota, agarrarla y no dejarla escapar por ningún motivo. De modo que nuestra superioridad era enorme. Hacíamos pases avanzados buscando a los delanteros, interceptabamos los tiros de los europeos. Lo hicimos también cuando había jugadores libres, pero cuando no los había, jugador que agarraba la pelota asistía a su compañero de equipo."
(Ondino Viera, célebre entrenador uruguayo 1901-1997, de larga trayectoria en la historia del fútbol sudamericano)