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Thread: El rinconcito de la poesia de Don Julio Humberto Grondona

  1. #441
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    Grande Zulmita !!!!

    Me había olvidado de esa película .

    Hoy de noche que no está la patrona , me hago unos sanguchitos y la veo .

  2. #442
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    Last edited by ansina; 17th May 2016 at 00:27.

  3. #443
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  4. #444
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    LA HIJA DEL GRINGO GIUSTI

    Primero que nada, para que no se me malinterprete, quiero aclarar que yo al Gringo le tengo un respeto enorme, por la persona que es pero por sobre todas las cosas y primero que nada por sus logros deportivos, campeón del mundo en México con la Selección Argentina, integrante de uno de los mejores equipos de la historia del Rojo, el mejor de los que yo tenga memoria, el más victorioso por lejos, paradigma de equipo victorioso si los hubo, como después fue el Boca de Bianchi, el Guille, Palermo y Román: el Bocha, Marangoni, el Gringo Giusti, y el Burru. ¡Qué mediocampo, por dios! ¡Nunca visto nunca!

    Cuestión que una mañana, estando yo en la casa del Gringo… No me acuerdo bien cómo fue que llegué a entrar a su casa… El Gringo vive en Avellaneda en un tres ambientes (arreglado con delicado buen gusto por su señora) que nada tiene que ver con las ganancias de los jugadores globalizados de la actualidad. El Gringo no necesita lujos, ni se le pasan por la cabeza, fue educado en una familia humilde y trabajadora, de las más argentinas. Aunque, cuando lee en el diario las cifras que cobran hoy día los jugadores, se le escapa alguna triste ironía, signo de cierta indignación, como si de alguna manera sintiera que lo han estafado. —y yo me pregunto… Paréntesis medio nacionalista, si me disculpan: ¿hubiese ido el Diego a jugar a Inglaterra, Carlitos? Las Malvinas son argentinas; Tévez es del Manchester United, del Manchester City, o eventualmente del que se ponga con más plata… —.

    En eso la señora, una mujer con un atractivo especial, aunque, bueno… los jugadores de fútbol de hoy no son lo mismo que entonces. La esposa del gringo no era un gato, ni lo había sido; era, o había sido, mejor dicho, una piba de barrio como él. Ahora era una mujer atractiva, muy atractiva para su edad (¿50 y pico?). Aunque la verdad no la quise mirar mucho, no me permitía yo mirarla como la mujer que era en ningún momento, la miraba como mujer del Gringo Giusti —repito que yo al gringo lo respeto muchísimo: él colaboró para hacer grande al Rojo, él colaboró a enriquecer mi propia historia, mi infancia campeona del mundo en todo, el campeonato metropolitano del ‘83, la libertadores y la intercontinental en el ’84 con Independiente, y el mundial de México con la selección en el ‘86. Más no se podía pedir, más no había. ¿Le puedo decir papá?

    Bueno, cuestión que la mujer del Gringo va a salir, está por salir, tiene que salir. La mujer del gringo se está preparando para salir ella y está preparando a la nena para salir con ella. El Gringo está ojeando el diario en su silloncito, de costado a la ventana, casi que podría decirse que le falta el vaso de whisky nomás; pero no le falta: el gringo no toma whisky; le falta el mate, que quedó arriba de la mesa, esperando a que alguien lo arregle. Yo estoy parado formando un triángulo equilátero con el Gringo y la ventana. Y Fernando está sentado en la mesa, bueno, a la mesa, en una silla del juego del comedor, un lindo juego de comedor, más hacia la otra punta del living-comedor, más cerca de la puerta del departamento (ahora me acuerdo, yo había ido con Fer, lo encontré caminando por Mitre, y me contó que había pegado onda con el Gringo para hacerle un reportaje y estaba yendo justo a eso, y me invitó).

    De repente —yo no me di cuenta en qué momento salió, ni había sentido la puerta— la esposa del gringo ya está en la vereda, se oyen sus gritos que se asoman por la ventana. La nena, la hija del gringo, que estaba saliendo con su madre, se demoró con Fer y conmigo, le costaba despegarse porque se había encariñado con nosotros, esos simpáticos desconocidos que le jugábamos y le dábamos pelota; sobre todo con Fernando.

    Y no va que la nena, con toda naturalidad, al escuchar los gritos de su madre, se empieza a trepar a la ventana como para tirarse. El Gringo, con toda naturalidad, sigue leyendo el diario. Con toda naturalidad. La nena se está por tirar por la ventana y nadie ni mosquea, como si ya fuese costumbre.

    Yo empiezo a acercarme disimuladamente a la ventana, para mirar hacia abajo, y para estar a tiro de la nena, por las dudas.

    — ¡Dale que yo te atajo! —siento que le grita la voz de la madre a la hija, con un tono que no es de impaciencia.

    Y miro para abajo, a través de las dos hojas de vidrio de la mitad cerrada de la ventana abierta, la veo a la esposa del gringo allá en la vereda… ¡y son como cuatro pisos! Y la nena que ya llegó a la cima de la ventana. A partir de ahora todo va a ser para afuera y para abajo. Cuatro pisos para abajo. Cuando había visto que la nena se empezaba a trepar a la ventana como para tirarse y nadie hacía nada, yo lo primero que había pensado fue que estábamos en un primer piso y… ¡qué se yo…! ¡la hija de un deportista…! (la nena tendría igual unos 5, 6 años nada más) ¡y los chicos tienen una plasticidad…! Pero cuando vi que eran cuatro pisos… ¡y el gringo que no despegaba los ojos del diario! Y Fernando que tampoco reaccionaba y seguía sonriendo, quizá porque para que la nota fuese lo más rica posible, lo más íntima, lo más profunda, necesitaba ganarse la confianza del Gringo; quizá porque no sabía cómo reaccionar o qué era lo que estaba pasando.

    Y la esposa del gringo que cuatro pisos más abajo abre los brazos con una convicción, con una seguridad que me hacen dudar.

    Y la nena que ya se está por tirar por la ventana. Yo ya estoy más cerca. Lo miro al Gringo en un refucilo, buscando su relevo de marca, y el Gringo nada, ahí, con su diario y su cara de tipo común, de jugador retirado del juego de la vida. Su estampa me hace pensar en un Batman, o un Robin, o un Linterna Verde, mejor dicho, jubilado, leyendo desde su lenta agonía sin fecha de vencimiento en las páginas policiales (el gringo leía la sección deportiva) las pesquisas de las que ya no participarán, malhechores de cuya captura no participarán, pelotas sobre la línea de gol que sus pies no podrán llegar a empujar.

    Y la nena que se tiró nomás. Ya se zambulló, sin preámbulos ni últimas palabras. Ni chau nos dijo a Fer y a mí.

    Apenas la nena se tira, yo me abalanzo y tiro un manotazo, casi como un acto reflejo, ya sin pensar más nada, ciegamente. Pareciera que ya no la voy a poder agarrar, que ya se me fue del alcance. Pero no. La llego a agarrar del piecito. Apenas. Tengo que asomarme un poco para poder hacer fuerza para que su cabeza no golpee contra la pared, y en ese movimiento me golpeo un hombro contra la manija de la ventana. Me da la impresión de que no llego a agarrarla bien, siento que se me zafa, que la media se está corriendo. Pero consigo aferrarla mejor del tobillo de ese mismo pie con las dos manos, y ya luego consigo subirla. Puedo ver que más allá abajo la esposa del Gringo como que protesta un poco, pone cara (a esta distancia me permito mirarla a los ojos: ¡qué mujer!), le dice algo a la nena, como que le reprocha a ella la demora en vez de a mí, a mí como que me ignora; y me pregunto si no habré pasado por sobre su autoridad de madre, o si no lo sentirá ella así. Me pregunto también si con mi entrometimiento no le estaré complicando las cosas a Fer, aunque me parece que Fer aprueba mi decisión, o al menos no lo dudo. La nena parece algo confundida. ¿O seré yo el confundido y ella está simplemente contrariada?

    —Disculpame… Pero yo no la dejo que lo haga —me doy vuelta y eso es lo primero que me sale decirle al Gringo, acentuando la palabra yo como haciéndome cargo de que quizá me esté comportando una vez más como un inadaptado social pero que para mí lo que a mí me parece es lo que a mí me parece.

    No le quiero decir Gringo para no sonar demasiado confianzudo, pero a la vez me gustaría que lo que le voy a decir le llegue, así que le digo:

    — ¡Richard…! —y me lo quedo mirando— ¿no? —le digo, como buscando su aprobación, buscando su mirada, señalando con un movimiento de cabeza la ventana, en clara referencia a lo que acababa de ocurrir.— no sé… ¿ya lo hicieron esto antes?

    — No —me dice el Gringo sin despegar los ojos del diario.


    Daniel A. Liñares


    http://www.efectokuleshov.com.ar/la-...gringo-giusti/

  5. #445
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    Para mí, es decir, en mi opinión, ansina, capacha y danigga eran los tres pilares que sostenían el foro.

    Un saludo.

  6. #446
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    Danigga? Pffffff

  7. #447
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    Se fue Spinetta, se fue David Bowie y ahora esto. Estoy devastada. Nuevamente, la hermosa Provincia de Cordoba de luto por culpa de ese flagelo llamado vino tinto.



    Murió en un accidente de auto el cantante de cuarteto Fabián Show

    El cantante de cuarteto Marcelo Fabián Pereyra, más conocido como Fabián Show, falleció esta madrugada en un accidente automovilístico en la ruta 9. El hombre de 50 años perdió la vida cuando la camioneta en la que viajaba chocó y volcó a la altura del kilómetro 508 entre Morrison y Bell Ville. En el vehículo también viajaba un hombre de 36 años que resultó herido y tuvo que ser trasladado a un hospital de la zona.

    http://www.lanacion.com.ar/1965863-m...to-fabian-show



  8. #448
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  9. #449
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    Que grandes los ponjas. En el video no lo muestran pero hasta toman mate.

    Es fija que van a aprender muchas cosas


  10. #450
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    Quote Originally Posted by nocompro View Post
    Para mí, es decir, en mi opinión, ansina, capacha y danigga eran los tres pilares que sostenían el foro.

    Un saludo.
    de acuerdo,todo tiempo pasado fue mejor, hoy el viejo esta en una residencia de ancianos sin wii fii. Danigga deprimido en brazos de una botella (a la Jaime ) y el capacha buscando amor en otros foros. Tenemos que volver para Rusia 2018, bah Danigga capaz que no va.

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